Aunque
en general no tienen ni la menor sospecha de ello,
muchos
hombres se comportan con las mujeres de un modo que
les hace
parecer mortalmente aburridos y monótonos.
Ciegamente
guiados por su deseo de no cometer con ellas
ningún
error que les reste opciones, caen en el más grave
y letal
de todos: les proporcionan experiencias de segunda
fila,
lineales y excesivamente predecibles.
En otras
palabras, inadvertidamente se vuelven un rollo
completamente
indigestible para las mujeres a las que,
paradójicamente,
se suponía que tenían que entretener,
fascinar
y hacer reír a carcajadas.
No sólo
eso, con sus semblantes serios, su predictibilidad
absoluta
y sus siempre comedidos discursos, totalmente
exentos
de picardía y dobles significados, se convierten
en
cualquier cosa menos en un desafío para esas mujeres
hacia
las que sienten atracción. ¿El resultado? ¡Adivínalo!
Muerte
por sobredosis... de aburrimiento, claro.
Es peor
de lo que parece, porque cuando una mujer te ha
encasillado
como a un tipo serio, aburrido y predecible,
es muy
difícil hacerla cambiar de opinión.
Y ni tan
siquiera deberías intentarlo, pues no merece la
pena
invertir tiempo y esfuerzo en una tarea tan compleja
y
frecuentemente estéril como ésa. Sobre todo, teniendo en
cuenta
que cuesta mucho menos empezar desde cero con otra
mujer,
en un territorio que no haya sido previamente
contaminado
por esa clase de errores prácticamente
irreparables.
Si
después de leer este texto, sólo pudieras recordar una
cosa, me
gustaría que fuera esta: La picardía, el lenguaje
de doble
connotación, el sugerir sin decir, la ambigüedad
con
respecto a tus verdaderas intenciones, el tira y
afloja,
el jugar al despiste, es fundamental para crear
atracción
en una mujer.
A las
mujeres (particularmente a aquellas atractivas y con
una
saludable dosis de autoestima) les gustan los
desafíos.
Les gusta luchar por los hombres que desean
conseguir,
y no sienten interés alguno cuando, desde el
principio,
se les da todo resuelto. ¿He sido suficientemente claro?
En
general, ellas disfrutan mucho más que nosotros con ese
cosquilleo
en el estómago que aparece cuando no sabes con
certeza
si la persona que tanto te atrae siente o no lo
mismo
por ti.
Un poco
de malicia inteligente por aquí, un poco de mordaz
humor
por allá, un poco de sugerir sin exhibir, otro tanto
de
incertidumbre magistralmente dosificada, y pasarás de
ser un
tipo aburrido ante cuya presencia las mujeres
consultan
el segundero de su reloj para saber cuanto
tiempo
han desperdiciado, a otro en cuya compañía las
horas
vuelan.
A mí me
parece una diferencia importante ¿Y a ti?
Consigue
que esto te entre en la cabeza y que quede
cristalinamente
claro y sólidamente asentado allí:
Cuando
una mujer te interesa, debes intentar con todas tus
fuerzas
crear una tensión no del todo resuelta entre tú y
ella.
Tienes
que conseguir que nunca logre leer de forma
inequívoca
lo que sucede entre los dos. Haz todo lo que
esté en
tu mano para evitar que llegue a estar segura,
demasiado
pronto, del juego al que juegas. Tienes que
confundirla,
hacerla dudar, aturdirla… del modo correcto.
Deja que
tenga la sospecha de que le gustas, sí, pero que
no
adquiera certeza de que verdaderamente es así hasta que
estéis
deshaciendo juntos una misma cama.
Así
pues, por un lado, tienes que evitar ser un soso
irremediable
con permanente cara de póquer, que no muestra
sus
emociones en ningún momento y tiene una picardía
equiparable
a la de un niño de preescolar bajo el efecto
de
fármacos sedantes.
Pero, al
mismo tiempo, tampoco te conviertas en un tipo
que, a
las primeras de cambio, declara su amor
incondicional
y eterno hacia una mujer a la que, en
realidad,
apenas conoce. Eso es ponérselo demasiado fácil
y, de
paso, conseguir que pierda totalmente el interés por
ti.
Encuentra
el equilibrio. Búscale el Zen a esto. Lo tiene.
Muestra
alguna de tus cartas, pero no toda tu mano.
Porque
-sólo por detrás del error consistente en exhibir
una
personalidad plana, predecible y carente de matices el
que con
mayor frecuencia veo cometer a los hombres a
los que
les interesa una determinada mujer es la
precipitación.
Se
aceleran, se emocionan, les falta tiempo para ir a
declararse
a la mujer que les atrae, a decirle que es la
persona
que da sentido a sus vidas, a contarle que no
pueden
vivir en su ausencia, y que están completa y
locamente
enamorados de ella.
¡No se
puede meter la pata más a fondo!
Relájate,
esto es un juego. Disfruta simplemente de él.
Conviértelo
en un fin en sí mismo. Sin prisas, sin
agobios.
Olvídate por un instante del resultado. Deja a un
lado el
marcador. Pasa del “Ganar o Perder”
He aquí
un secreto: cultiva esa actitud que consiste en
mostrar
una indiferencia absoluta hacia el resultado de
tus interacciones
con las mujeres, e instantáneamente
habrás
multiplicado por diez tu poder de atracción.
Juega,
disfruta, ríe, pero hazlo siempre con la actitud
adecuada,
ésa que dicta que todo cuanto importa es pasar
un buen
rato, y que siente un desprecio rotundo por qué
sucede
y, en particular, por qué piensan los demás sobre
ello.
Aprende
a tocarle un poco las narices a las chicas que
quieres
conquistar, a meterte con ellas de un modo
divertido
y creativo que las estimule y te erija en
desafío
que merezca la pena conquistar.
Si no
sabes resultar divertido, juguetón y ligeramente
arrogante,
ellas, especialmente las más jóvenes y
atractivas
van a merendarte, y no vas a tener ni la más
remota
idea de qué hacer para contraatacar y tomar el
control
de la situación.
No
importa si se trata de una chica de 16, de 26 o de 36
años, la
estrategia es igualmente válida. El espíritu que
adora el
juego y valora un buen desafío siempre pervive
dentro
de cada uno de nosotros, y no muere con el paso de
los años.