Principio de la Escasez: Aumenta tu atractivo, limitando tu disponibilidad



Aumenta tu atractivo, limitando tu disponibilidad
Como cualquier psicólogo social que se enorgullezca lo más mínimo de serlo puede corroborar, uno de los principios psicológicos más importantes y arraigados en la conducta del ser humano (mujeres incluidas) es el principio de escasez.
¿Principio de qué?
E-S-C-A-S-E-Z
Ya sabes, ausencia, privación, falta, carencia.
Según este principio, que resulta especialmente válido en el contexto de la seducción, las oportunidades nos parecen más valiosas cuanto más lejos están de nuestro alcance.
Más valiosas cuanto más inalcanzables.
¿Paradójico y masoquista? Sí, de hecho lo es.
¿Cierto? Más aún. Mucho más.
La cruda realidad es que estamos genética y culturalmente programados para pensar que lo valioso debe ser escaso y, por sombría extensión, que lo abundante es insignificante, trivial y poco deseable.
Déjame repetírtelo de nuevo, es importante:
Lo abundante es insignificante, trivial y poco deseable.
¿Aterrador?
Lo es. A mí se me hiela hasta la sangre de la médula de los huesos cuando pienso en ello.
Y, sin embargo, vestidos con el hábito de la disponibilidad incondicional es como la mayoría de nosotros nos presentamos inconscientemente ante las mujeres por las que sentimos un alto nivel de interés: aquéllas que verdaderamente deseamos y queremos conquistar.
Nos convertimos en su sombra. Estamos siempre cerca, siempre disponibles para ellas, siempre expectantes. Siempre desocupados y libres. Siempre dispuestos.
¡Qué tremendo error! ¡Que inadvertida tragedia!
En el proceso, nos devaluamos con la misma rapidez con la que se devalúa una copa de cristal de bohemia cuando se la hace estrellar violentamente contra el suelo y se dispersa en miles de pedazos, tan pequeños como inservibles.
Nos convertimos en algo que, por abundante y accesible, resulta trivial e insignificante. Es así de sencillo y triste.
Y es que nuestro deseo por conquistarlas nos lleva a pensar, equivocadamente, que estando siempre ahí para ellas conseguiremos aumentar la atracción que sienten por nosotros.
¡Qué ingenuos! Se trata justamente de lo contrario
¿Lo contrario?
Sí, LO CONTRARIO
¿Por qué?
Porque cuando un hombre se muestra incondicionalmente disponible para una mujer, inadvertidamente está emitiendo unas señales que, no por involuntarias, dejan de ser a la vez claras e intensas.
¿Y qué dicen esas señales?
Dicen...
Estoy desesperado y necesitado.
Soy débil y dependiente.
Mi carácter es frágil.
Mi vida no tiene un interés significativo.
No tengo metas sólidas y ando a la deriva, sin rumbo definido.
No merezco la pena. Soy convencional.
No estoy acostumbrado a que se interesen por mí. Siempre soy yo quien persigue, y no sé siquiera qué es sentirse perseguido.
Por eso, necesito llenar mi vida al 100% contigo. Necesito depender de ti. Necesito que me rescates.
Exactamente eso dicen.
Y, sin embargo, durante todo este tiempo tú has estado pensando que transmitían algo encantador y beneficioso para tus propósitos de conquista ¿verdad?
Pues lamento ser yo quien lo diga, pero no es así.
Puede que sea duro de admitir, pero no por ello es menos cierto. Esas y no otras son las nefastas ideas que las fuertes e invisibles señales, nacidas al amparo tu disponibilidad absoluta, comunican a la mujer que deseas atraer.
Pero no me culpes a mí por ello. Fuiste tú quien quiso saberlo
Yo sólo soy el mensajero y el mensaje es éste:
No hay nada menos atractivo a los ojos de una mujer que un hombre dependiente e incapaz de gobernarse a sí mismo.
Pero también hay buenas noticias.
Afortunadamente, el principio de escasez funciona también en el sentido inverso: Como todo lo valioso es escaso, disminuyendo artificialmente nuestra disponibilidad, aumentamos instantáneamente nuestro valor y el nivel de interés que ella siente por nosotros.
¡Qué gran descubrimiento!
Si estar siempre disponible fue lo que dictó tu fracaso en ocasiones previas, ¿por qué no evitarlo esta vez limitando la inmediatez con la que ella puede acceder a ti? Menos es más.
- ¿Este sábado?
- Ummm… Lo siento pero no puedo.
- Pero si quieres, el miércoles que viene después del trabajo nos tomamos juntos un café ¿Qué tal a las ocho?
Sí, ya lo sé. Quizás no tengas nada especial que hacer este sábado (incluso puede que el domingo tampoco) Además, aunque lo tuvieras, podrías posponerlo, dejarlo para más tarde, hacerlo en otro momento o incluso no llegar a hacerlo jamás.
¿Tentado de empezar ahora esa lista de cosas POR NO HACER que siempre quisiste tener?
Primera entrada:
Dejar de hacer TODO lo que tenía que hacer este sábado para quedar con ELLA (100% completada)
Ya está.
Te conozco. Sé que lo harías. Harías lo que hiciera falta para estar a su lado.
Lo sé. Yo también era así. Y digo bien… ERA.
Al fin y al cabo, razonas, nada puede ser más importante que estar con ella. Ella valorará que quiera y pueda estar presente siempre que me lo pida ¿verdad?
Mentira.
No lo hará.
Si enarbolas la bandera de la disponibilidad permanente, sólo conseguirás reducir tu atractivo para ella. Sólo conseguirás diluir tu encanto ante sus ojos, con la misma facilidad con la que un poco de agua del grifo arruina un copa de buen vino.
Puede que en este momento lo dudes o te cueste de creer. Puede que incluso te sientas tentado a pensar que no tengo razón, que estoy totalmente equivocado y que no tengo ni idea de lo que hablo.
Lo esperaba.
Al fin y al cabo, estas ideas probablemente son nuevas para ti y colisionan frontalmente con lo que tu madre y el convencionalismo social aprendido durante años te han enseñado sobre las mujeres.
Seguramente, te han dicho o has oído:
“Hazles caso. Ves a verlas siempre que te lo pidan. No la hagas esperar. Así caerán rendidas en tus brazos”
En definitiva, te han sugerido que establezcas una clara jerarquía entre ella y tú, en la que ella quede en un nivel netamente superior al tuyo.
Así se dará cuenta de lo importante que es para ti y conseguirás atraerla y enamorarla.
¿Bonito?
Puede, pero...
¡Menudo disparate contraproducente!
Quizás en un mundo perfecto funcione así, pero definitivamente no en éste, no en el nuestro.
Es hora de que dejes atrás todas esas falsas creencias que te están perjudicando y no hacen sino anular tu magnetismo con las mujeres.
Ha llegado el momento de que las sustituyas por juicios más sofisticados y una comprensión más acabada y cercana a la realidad.
Créeme. Es por tu bien. Cuanto antes lo hagas, mejor. De verdad.
El credo del buen seductor reza:
“Limito voluntariamente mi disponibilidad para aumentar involuntariamente su interés.”
Yo digo, amén.
En otras palabras, aprende a refrenar tus impulsos emocionales. Aprende a introducir cierto distanciamiento para aumentar en ella su interés por ti y electrificar la relación.
No me importa si tienes que pasarte la tarde del sábado emparejando tus calcetines, ordenando los envases de la nevera por tamaño y forma, o contando el número exacto de granos de arroz que hay en un paquete de La fallera.
Lo que sea. Lo que haga falta. Cualquier cosa con tal de que ella oiga de tu boca, de vez en cuando, la expresión
“No puedo, estoy ocupado”.
Si hasta pensabas que habías olvidado cómo se pronunciaba ¿eh?
“No puedo, estoy ocupado”.
Son palabras sencillas, que encierran un extraordinario poder. Desátalo. Empieza a usarlas.
Consigue que sepa, o al menos que crea, que estás atareado, que tienes otra vida al margen de ella y que eres autosuficiente e independiente. Es lo mejor que puedes hacer para aumentar la atracción que ella siente por ti.
Llegados a este punto, siempre hay alguno entre nosotros que sufre repentinamente de un acalorado ataque de sospechosa moralidad. Es el chico bueno de la clase. Desde su asiento en la primera fila, se inquieta, se revuelve. Finalmente alza su mano y pregunta:
“¿No es eso mentir? ¿No estoy jugando sucio al pretender fingidamente que estoy ocupado, cuando en realidad no
lo estoy? ¿No es limitar artificialmente mi disponibilidad una falta de sinceridad? ¿No es ésta una táctica inmoral?”
Yo le digo: Haz lo que haga falta:
Piensa que es por su bien. Es lo que ella realmente quiere. La palabra clave aquí es REALMENTE. Puede que no sea conocedora de ello a un nivel consciente y, por tanto, incapaz de verbalizarlo y expresarlo del modo adecuado, pero es lo que desea. Es lo que necesita, más que cualquier otra cosa.
Necesita alguien que la conozca más de lo que se conoce a sí misma. Alguien que proyecte en ella estados emocionales intensos y arrebatadores. Alguien que la haga sentir viva. ¿Por qué no ser tú quien lo haga?
No lo arruines todo en aras de una supuesta moralidad. Lo único inmoral es privarla voluntariamente de esas experiencias extraordinariamente intensas y satisfactorias, en nombre de un casi cómico sentido ético. Eso sí que es inmoral.
Te lo repito: Haz lo que haga falta hacer.

El amor es una guerra en la que todo (o casi todo) vale, incluido un calculado distanciamiento emocional.

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